Llega fin de año y los inevitables balances. Pienso en la película que más me impactó en 2015 y no dudo: La Patota.
Segundo opus en solitario del joven talento Santiago Mitre, la película es una remake de la realizada por Daniel Tinayre en su momento con el protagónico de Mirtha Legrand. No vi la original, dicen quienes la vieron que también es una gran película, aunque muy diferente a la actual.
Es que Mitre hace una operación muy osada y que le sale muy bien, sobre una historia en apariencia sencilla y a cargo de un proyecto de gran presupuesto, el y su coguionista, Mariano Llinás, aplican una escritura sutil y aguda, una suerte de alegoría del Kirchnerismo (como también lo era "El Estudiante", pero esta es aún mejor).
Claro que lo que veo yo no tiene que ser igual a lo que vean todos los espectadores, ni aun los creadores de la película. Ahí también la riqueza y complejidad del film.
Pero voy a mi interpretación: una estudiante de abogacía, hija de un Juez, decide postergar su carrera universitaria para irse a un barrio marginal a enseñar ciencias políticas. La película abre con un notable plano secuencia donde se ve la discusión entre la protagonista, Paulina y su padre (una gran actuación de Oscar Martinez). El planteo es picante, uno tiende a aprobar a la chica idealista frente al padre conservador. En ese sentido, la actuación de Dolores Fonzi es tan extraordinaria y convincente que hace tambalear el sentido común del espectador.
Paulina comienza con sus clases y sus infructuosos intentos de hacerse entender, chocan contra la indiferencia y las burlas de sus alumnos. Y eso no la amilana. Pero luego sucede lo imprevisto: una noche, la patota del título, la viola en una situación no planificada, en realidad no era ella la destinataria de la violencia.
A partir de allí se desencadena el drama: Paulina sabe quienes son y no quiere denunciarlos, Paulina queda embarazada y se niega a abortar. Allí vamos viendo que cada intervención de su padre Juez es coherente y tiene sentido común: quiere encarcelar a los autores y le ofrece abortar a su hija. Pero Paulina se niega y sigue adelante sola. Todos la van abandonando, desde su novio, hasta su amiga y frente al estupor de su padre que no sabe que hacer y termina emocionalmente quebrado.
Acá viene lo que pienso: Paulina es la típica chica K a la que le vendieron un relato que la hace sentir inteligente y sensible. Toma decisiones erróneas en nombre del bien común. Los derechos humanos mal entendidos, la gran herencia de los K, que no fue magia.
El dispositivo creado por Mitre y Llinás hace explotar todos los lugares comunes de una década ganada, y nos provoca escena a escena. No hay ni una toma de más. Por ejemplo, al principio, cuando ella tiene sexo con su novio, el se pone un profiláctico, se cuidan. Y resulta que cuando ella es violada, decide no abortar. Una locura.
Un delirio que no se sostendría sin la estupenda actuación de Dolores Fonzi, que muestra una entrega y un amor por el personaje digno de mejor causa. Si la actriz no fuera tan buena como ella, la película naufragaría y todos se burlarían de su obsesión por encontrar una supuesta verdad.
Por lo menos, así lo veo yo...
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