Acabo de ver en Netflix un par de capítulos del documental sobre la comunidad utópica que fundó Osho en el desierto de Oregón, E.E.U.U.
Fue a principios de los años ochenta y produjo un verdadero escándalo de proporción nacional e internacional.
Osho quería (y logró) crear un hombre nuevo, al que llamaba Zorba el Buda.
Un hombre que amara como Zorba el Griego y que meditara como Buda.
Osho es presentado en el documental como una estrella de rock, amado y venerado por miles de discípulos.
En esa era reganiana, neoconservadora, parecía el diablo. Hablaba de sexo, de dinero, sus meditaciones activas eran revolucionarias y, sobre todo, avivaba giles.
Porque no era todo paz y amor, criticaba fuertemente a los politicos y las religiones.
Lo que el documental no dice es que Osho fue envenenado esos 15 días que estuvo en la cárcel ilegalmente y ya nunca pudo recuperarse. Dejó este plano tempranamente, a los 60 años.
"El hombre más peligroso desde Jesucristo", lo definió el escritor yanqui Tom Robbins.
Fue una mezcla entre Buda y Sócrates.
Y todas esas ideas suyas que en el siglo pasado escandalizaban, hoy son moneda corriente en todos lados.
Porque la verdad siempre triunfa.
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