lunes, diciembre 04, 2017

PATERZEN




Paterson, la película de 2016 de Jim Jarmush, es la mejor entre sus variadas obras maestras, lo que ya es mucho decir.
La historia de ese colectivero que escribe poemas y hace todos los días lo mismo, es fruto de una conciencia luminosa, compasiva, que nace del corazón y no de la mente.
Es Zen.
Y es Zen también ese espíritu repetitivo, que al principio abruma hasta que entramos en el estado correcto, como en la meditación. Porque parece que hace todos los días lo mismo, pero hay pequeños cambios, sutiles, imperceptibles al comienzo. Y cuando la película termina sorpresivamente, con la misma sencillez con la que empezó y transcurrió, la gente se queda sentada en las butacas, la magia impide levantarse.
También forma parte de una serie de películas que viene haciendo Jarmush desde hace décadas, desde un lugar marginal, de culto de la industria. Hasta necesita aportes de otros países.
Y lo que dice Jarmush es: no somos tan jodidos, no somos solo presidentes psicópatas, destructores de otros países, asesinos en serie.
La grandeza ética y económica de EEUU se asienta en tipos como Paterson, un chofer de bondi que vive con una iraní, que trabaja con un indio, que tiene amigos negros y que es feliz con lo que le tocó.
Y amamos la poesía escrita y, fundamentalmente, la poesía de la vida. Somos una especie rara de haiku.
Y al final, como no podía ser de otra manera, aparece un japonés, para terminar de cerrar el círculo virtuoso.
La mejor película del año pasado, de este año y de cualquier año.

No hay comentarios.: