El que habló de masocrismo desde el principio fue Coco Osorio, el, como buen lacaniano, fusionó la palabra macrismo con masoquismo.
No le creí al principio. Yo, como muchos otros, votamos a Macri hartos del kirchnerismo, con la certeza de que si ganaba Scioli este país se convertía en Venezuela.
También es verdad que desde el minuto cero la mafia peronista salió a pedir saqueos, descontrol, caos. Ya los conocemos: o gobiernan ellos o te la pudren. No dejaron concluir su mandato a nadie no peronista: ni Alfonsín ni De La Rua.
En ese sentido, Macri representó una esperanza, la ilusión de un nuevo tipo de política que saliera de la grieta. Las señales que daba eran alentadoras: hablaba de zen y de desarrollismo.
La ilusión duró poco.
Más que acabar con la grieta lo que hizo fue profundizarla: declaró al kirchnerismo como mal absoluto, negándole cualquier virtud, haciéndolo culpable de todo.
La gente compró ese relato M orquestado por Durán Barba: un relato buena onda donde hay inflación, no llegan las inversiones, desaparecen 44 personas y un submarino, hay una guerrilla mapuche que debe ser aniquilada y la gente compra resignada y los sigue votando.
En ese sentido, zafamos de ser Venezuela pero vamos en camino de ser Chile: un país sin dignidad, que acepta mansamente un modelo capitalista salvaje, donde se detona a la clase media y los ricos son cada vez más ricos y los pobres con cada vez más pobres.
Y como toda compensación el masocrismo que te da: meter presos a los kichneristas.
Esto es una vuelta al menemismo, pero más sufrida: el turco te destruía también la industria argentina, te generaba desempleo, pero lo compensaba con el 1 a 1 y con un país sin inflación. Y todos contentos.
Acá no, acá es el sufrimiento por el sufrimiento mismo, sin anestesia, sin vaselina.
Y como un chiste masocrista, el presidente se lo pasa hablando de que hay que bajar los impuestos y lo único que hace es agregar más impuestos.
Y los genios del equipo económico se sorprenden de porqué no baja la inflación. Claro, si aumentás la nafta todos los putos meses, si las tarifas siguen subiendo, no hay que ser muy avispado para darse cuenta que la inflación no baja y no va a bajar.
Y si hay inflación las inversiones tampoco vienen ni van a venir.
La única innovación del masocrismo es el gradualismo: te rompo el ojete, te empobrezco, pero de a poquito.
La pregunta que surge naturalmente es muy simple: ¿cuanto masocrismo y gradualismo es capaz de soportar la Argentina?
El 2018 traerá algunas respuestas.
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