Se va el año en el que encontré el camino de vuelta a casa, como dice el Zen. El camino hacia el interior de uno mismo. De eso hablo.
Empecé cuidando al escritor enfermo, lo cual me llevo a redescubrir los cuatro sufrimientos básicos: nacer, envejecer, enfermar y morir. Ahí entendí que no era joda, que es verdad.
Tal vez antes hablaba de esto para hacerme el interesante, de puro snob. Pero ahora pude ver de cerca el sufrimiento y entendí.
Eso me llevó de cabeza a la meditación. Busqué y encontré.
Del catolicismo al budismo y de ahí al zen, el que me explicó todo mejor fue Osho.
Sigo solo, incluso diría que lo disfruto: tengo los amigos que quiero y elijo.
Esquivo a la gente tóxica.
Este año creí en una chica que me parecía diferente a las demás, pero no.
Con esa chica alguna vez fuimos a almorzar y la pasé muy bien. Pensé que no se iba a hacer la estrella, que ya me conocía, sabía que soy amigable, que nunca la acosé.
Pero no. Más de lo mismo.
Ya no creo en nadie. Tal vez es mejor así.
La que venga será muy bien acogida. Pero no me pidan nada más.
En cuanto a la política, todo fue menos de lo mismo.
El año que viene o remontan o pierden las elecciones y se complica. Mucho.
En cuanto a mi, ya estoy listo para trabajar, viajar, escribir y triunfar.
Casa
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La casa de la infancia
viene con el olor de los jazmines
la sombra de la parra en el patio
y el silencio caliente de las tardes de verano
La casa de l...
Hace 23 horas.
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