Brian Eno, entre otras cosas, inventó la música ambient.
Este concepto, de una música que se adapta a determinados ambientes, de una música diseñada para determinada función, fue citado y robado mucho en los últimos 30 años. Es fundamental.
Más allá de ser músico, Eno siempre fue un artista conceptual. En serio.
Un artista de vanguardia. En serio.
En un hábitat que se presta mucho para el divague tedioso y sin sentido, Eno fue el padre de nuestros padres, el abuelo de todo lo que amamos.
Escuchar "Evening Star" de Eno con Fripp fue para Melero y Cerati como escuchar música por primera vez y luego, a través de ellos, fue una revelación para el resto de nosotros.
De Healthy Colors a Colores Santos, aprendimos a escuchar música y a conectar con el despertar electrónico.
Música de avanzada pero con un concepto espiritual. Raro, pero es así.
Osho dice que el 99 por ciento del arte es puro ego, pura racionalidad y solo el 1 por ciento es una meditación libre de la mente racional.
Sin duda incluyo a Eno en ese 1 por ciento.
De las dos instalaciones que presenta en Buenos Aires en estos días, la que me despertó el mayor asombro, la mayor atención, es 77 million paintings, una atmòsfera sonora y lumínica aleatoria donde nunca se repite la misma secuencia.
Otra vez: la tecnología de vanguardia para llegar a la meditación, a parar la mente y conectar con el vacío esencial.
Así uno se sienta o se acuesta y se deja llevar por una meditación espacial.
2016, odisea del espacio interior.
De miércoles a domingo, gratis, en el CCK.
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