viernes, junio 10, 2016

ACTUAR PARA VIVIR

Siempre amé a las actrices, sinrazón, obsesivamente.
Mucho boludo que nunca falta, decía que yo me quería colgar de las tetas de alguna famosa.
Craso error, yo tengo brillo propio y no soportaría ser opacado por nadie.
Aparte, el amor surge con la actriz, sea o no famosa, sea o no rica.
Hace un rato, en medio de una clase de teatro, entendí algunas cosas:
Una es que la mayoría de las actrices son hermosas o algo mejor: la cámara las ama de una manera imposible de entender.
Otra es que venimos al mundo a actuar un nombre, un personaje, sin saber muy bien que hacer.
Y el Budismo te aclara que no hay esencia, que no hay alma inmortal, solo una conjunción de factores que vuelve a reencarnar existencia tras existencia.
Entonces ellas, cuando eligen ser actrices, son también sabias, de alguna manera entendieron lo que dice el Budismo aunque nadie se los haya dicho. Así que dedican la vida a ser siempre diferentes mujeres. Poderosas mujeres.
Amazonas que saben que todo es nada más que un juego, hasta que se apaga la cámara, hasta que llega la muerte.
Amar a una mujer así es un riesgo: como saber cuando llora o ríe de verdad y cuando actúa.
Si dice la verdad cuando nos dice que si o cuando nos dice que no.
Pero bueno, el amor es un juego emocionante y el resto es silencio.

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