Hoy se cumplen cien años del nacimiento de Adolfo Bioy Casares. Momento ideal para volver sobre su vida y obra. Como olvidar esos comienzos de los noventa en Buenos Aires cuando pasaba las noches en la Biblioteca del Congreso fingiendo que estudiaba Publicidad y en realidad aprovechaba para leerme la obra completa de Adolfito. Tuvo una fama creciente en esa década impulsada por Rodrigo Fresán entre otros. Y merecida por otro lado. Durante mucho tiempo yo creí que era el mejor escritor argentino y lo proclamaba a los cuatro vientos. Con los años y la maduración aprendí a apreciar la genialidad inalcanzable de Borges, pero igual no es poco lo que le toca a ABC. Porque además de dandy, playboy, mujeriego irredimible, dejó obras literarias notables.
Con los años he vuelto a leer o he tratado al menos de volver a leer todo Bioy. Con "La invención de Morel" no pude. La trama sigue siendo un perfecto mecanismo de relojería metafísico, festejado en todo el mundo, hasta en "Lost", pero su estilo es pobre y monocorde. Mejora con "La Trama Celeste" donde ya aparece el Bioy clásico. Pensándolo bien ahora, lo que me sorprende de sus mejores obras es como le duelen los amores perdidos, a el que tuvo las más hermosas mujeres, los mejores textos le salen cuando le duele una mujer. Revisen "En memoria de Paulina" y "La sierva ajena".
Después hay muchos textos muy buenos, pero que me hacen acordar inevitablemente a Borges, su amigo y consejero. "El sueño de los héroes" se parece en la idea a "El sur". "El perjurio de la nieve" es una trama hermosa pero el retrato del poeta Oribe es algo pavote y palidece ante la obra mayor de Borges, el poeta Carlos Argentino Daneri.
Fue Ricardo Piglia el que dijo el año pasado en su programa de Borges, que Bioy era un pavote. Más allá de la polémica, tiene algo de razón Piglia, en muchos de sus textos más costumbristas Bioy queda medio pavote. Pero en otros brilla intelectualmente y humorísticamente. No me olvido tampoco de "Cavar un foso", "Dormir al sol", "Un campeón desparejo".
Y siempre tuvo un fino oído para el habla popular. Eso aparece en obras geniales como "De jardines ajenos", en sus memorias y hasta en el polémico "Borges". Allí se revela como un obsesivo que anotaba todo lo que escuchaba. Al respecto María Kodama, visiblemente ofendida por los recuerdos de Bioy, dijo que Borges decía que Bioy era un cobarde.
Pavote, cobarde, ¿que más? Todos somos un poco así, todos quisiéramos ser Bioy Casares, el amoral, el seductor, el fino hombre aristócrata y estoy convencido que llevó con hidalguía la amistad con el genio de su tiempo y sabemos más de Borges gracias a el.
Es cierto: la suya es una magia modesta, pero encantadora.
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