Cuando era un niño prometedor y bueno, allá en Coronel Suárez, todos me llamaban Pablito. Era un sobrenombre típico y simpático.
Cuando pasaron los 20 y seguía dando vueltas y haciendo cagadas, algunas vecinas chusmas y mal intencionadas comenzaron a llamarme Pablito otra vez. Esta vez, el sobrenombre tenía una carga importante de veneno. Seguía siendo el Pablito que no había crecido, eterna promesa inconclusa.
Pero últimamente le encontré una vuelta de tuerca mas: ahora soy el Pablito que pasó de todo y se puede reír de si mismo y también de los que se rien.
Simplemente: llamenme Pablito.
Casa
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La casa de la infancia
viene con el olor de los jazmines
la sombra de la parra en el patio
y el silencio caliente de las tardes de verano
La casa de l...
Hace 6 horas.
1 comentario:
groso,te dejo mis saludos..
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