Mi amigo Alo es una especie de sensei que siempre demuele mis argumentos.
Es gracioso el contraste que se produce entre su calma existencial y mi continua ansiedad.
Asimismo, cuando voy con alguna queja contra alguien o un pedido de confirmación de mis argumentos, suele desarmar mis posturas y hacerme ver el reverso de la situación en pocos minutos.
En cuestiones existenciales zen, más vale un sopapo a tiempo que miles de lamentaciones futuras.
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